RUMBO A CHOQUEQUIRAO… UNOS KILOMETROS A PIE Y OTROS CAMINANDO

Cuenta la leyenda que Choquequirao fue edificada, presumiblemente, en los últimos años del Tahuantinsuyo, durante el gobierno del Inca Pachacútec (siglo XV), y que durante la colonia fue ocupada por las huestes de la resistencia nativa que encabezo Tupac Amaru I.  Choquequirao, se encuentra en el distrito de Santa Teresa, provincia de La Concepción, en el Cusco y que al igual que Machu Picchu fue concebido en los pliegues de una meseta andina. La organización urbano arquitectónica esta dividida en nueve zonas y sus construcciones de piedra se agrupan en pequeños barrios. Alrededor de su plaza principal se encuentra el mayor de sus templos y las viviendas de los gobernantes. Los investigadores sostienen que el complejo habría sido un importante centro religioso, político y económico, además de un nexo comercial y cultural entre costa, sierra y selva. Pero la verdadera magnificencia de Choquequirao (del quechua chuqui k´iraw, Cuna de Oro), aún está por revelarse. Porque sólo un poco mas del 35 por ciento de las 1,810 hectáreas del complejo, ha sido "rescatado" de la exuberante vegetación que durante siglos cubrió esta auténtica joya incaica. 

"Cuando la montaña no quiere, simplemente no quiere", esa frase es muy usada entre las personas que tenemos la misma idea loca de llegar a los lugares mas alejados... CAMINANDO.

Pero esta vez si quiso. Y fue así como llego el día, en que le dimos la oportunidad al sueño de convertirse en realidad. No será nada sencillo describirlo en palabras, ya que es difícil ponerle una frase a un sueño o una oración a un sentimiento. Muchas veces no encontramos las palabras exactas para describir una maravilla.

Fueron 64 agotadores kilómetros, que durante 4 días, lleve a cabo en uno de los cañones mas profundos del mundo, el formado por el río Apurímac, entre 1500 y 3100 msnm aproximadamente, por estrechos y zigzagueantes caminos, frente a impresionantes nevados y aterradores precipicios, con increíbles paisajes y vegetación que va desde el ichu de la puna hasta los helechos tropicales, y que solo algunos se atreven a realizar.

Para comenzar, es recomendable prepararse física y mucho mas mentalmente para esta aventura, estando allá, no hay marcha atrás, no puedes dudar un solo instante, la duda haría que fracases en tu intento y eso no debe estar en tus planes... nunca.

Lo ideal es viajar en bus hasta Abancay, y de ahí unos autos te llevan hasta San Pedro de Cachora (2909 msnm), todo en aproximadamente 16 o 17 horas. Pero nosotros y nuestra costumbre de hacer las aventuras más emocionantes, tuvimos la 'genial' idea de contratar una movilidad particular, para así movilizarnos más rápido, más cómodos, y a la vez abaratar los costos, cosa que fue totalmente alejada a lo que vivimos.

Ya casi se daba inicio a la aventura, las 9 pm fue la hora indicada de partida. Sacando cuentas, sabíamos que el viaje hasta Cachora nos tomaría aproximadamente 19 horas, ósea llegar a las 4 de la tarde del día siguiente. Desde las 8 pm fuimos llegando uno a uno, algunos viejos amigos de aventura, otros no tanto, pero al final todos con la misma meta en la cabeza.

Pero como todo no puede ser perfecto, comenzaron las demoras y también los problemas, dieron las 9, las 10 y aun no estábamos listos y mucho menos completos, casi bordeando las 11 pm, dos horas mas tarde de la indicada, logramos partir. Hasta ese momento nada nos hacia presagiar cuanto nos costaría esa demora al final.

El viaje se fue tornando muy incomodo, los asientos se hacían más duros con el paso de las horas, había que cambiar de posición cada cierto tiempo, para evitar se adormezcan ciertas partes traseras del cuerpo. Cerca a las 7 am, hicimos la primera parada en Nazca, mas por necesidad que por obligación, estábamos retrasados pero igual necesitábamos estirar las piernas, usar los servicios higiénicos y comer algo al vuelo. Ahí conversando, nos dimos cuenta, que las 2 horas iniciales de retraso, habían aumentado a un poco mas de 3. Pero igual, no había marcha atrás, y decidimos no pensar mucho en el asunto, por más que percibíamos que con el transcurrir del día, las horas de retraso aumentaban. Así que, a disfrutar del día, de la vista y de los amigos, primero fueron las Líneas de Nazca, luego Pampa Galeras, terminando con las lagunas y puquiales de las alturas ayacuchanas, todas dignas de postales andinas.

Las horas de viaje eran interminables, nos alcanzo nuevamente la noche, y con ella una preocupación inicial que habíamos olvidado, tendríamos que caminar de madrugada y por un camino desconocido, pero sabíamos que ya no nos quedaba otra.

Después de mucho camino recorrido, y aproximadamente 22 horas de viaje, al fin llegamos a Abancay y con la llegada a la ciudad, llego también la señal del celular, lo primero que hice fue comunicarme con el señor Celestino Peña, encargado del alquiler de los arrieros y acémilas que utilizaríamos. Después de asegurarle y casi rogarle, que nos espere con todo listo, continuamos el último tramo del viaje. En una movilidad normal se llega en una hora más o menos. Bueno, como seguro ya abran adivinado, esta última parte también fue muy lenta, llegando en el doble de tiempo.

Al final fueron más de 6 horas de retraso. Casi un día entero nos tomo llegar. Eso si, la motivación y las ganas no habían disminuido, lo que si había aumentado era el cansancio y el hambre. Pero igual no teníamos mucho tiempo que perder, prácticamente nos fuimos alistando en la movilidad. Al llegar descansamos un rato y comimos algo reparador y a continuar. Las acémilas ya cargaban nuestras mochilas mas pesadas, no quedaba mas que amarrar bien los zapatos, ajustar los bastones, morral a la espalda y encender la que seria nuestra fiel compañera esa primera noche oscura, nuestra linterna frontal, y a caminar sea dicho.

Cuando el reloj marcaba la 1 de la madrugada, nuestros pies comenzaron el recorrido de lo que seria los primeros 32 Km. hasta las Ruinas Incas de Choquequirao (3061 msnm). Íbamos a paso lento, riéndonos y conversando de cualquier cosa, muy relajados, tratando de disfrutar y disimular nuestros temores iniciales.

Siempre he dicho que la noche es una excelente compañera, pero tengo que ser sincero, esta vez no lo pensaba así. Luego de algunos minutos de caminata, de haber dudado que ruta tomar, de haber cruzado chacras aledañas y riachuelos escondidos, llegamos a un gran muro azul con letras blancas del INC que nos daba la bienvenida.

La caminata hasta ese momento no era muy exigente, algunas subidas y bajadas no muy pronunciadas. De rato en rato, trataba de recordar lo leído y escuchado, y me vino a la mente una frase que me dijo un amigo: 'Mira siempre al frente y admira el nevado'. Y yo en ese momento, entre risas me preguntaba ¿Qué nevado? Si no veo más allá de mis narices.

Eran las 3:38 de la madrugada y luego de un poco más de 10 Km. llegue al primer descanso del camino, el Mirador de Capuliyoc (2941 msnm), ahí nos reagrupamos y aprovechamos al máximo el descanso. Desde ahí en otras circunstancias la vista seria increíble, con el Cañón del Apurímac (1550 msnm) adelante, que alberga al río del mismo nombre y el Nevado Padreyoc (5571 msnm) al frente, pero en esta ocasión no se podía ver mas que la sombra de la cordillera y la oscuridad de la noche. Minutos después de las 4 retomamos la caminata, Capuliyoc marcaba el punto de quiebre, había que iniciar la bajada al gran cañón, con sus más de mil metros de profundidad por un camino zigzagueante e interminable, que nos llevaría al que seria nuestro primer campamento... supuestamente.

Con el trascurrir del recorrido, la dificultad para caminar se hacía mayor y los descansos mas prolongados. El amanecer ya casi empezaba y con ello los primeros rayos de luz nos mostraban las primeras imágenes del coloso que nos acompaño silencioso esa noche, el Padreyoc.

Exactamente a seis para las 7 de la mañana, llegue al Km. 19 Chiquiscca (1836 msnm), ese supuestamente seria nuestro lugar de campamento, pero como ya se había hecho costumbre en todo el viaje, nada resulto según lo planeado. Así que a pesar del hambre y del cansancio, mucho tiempo para reponernos no teníamos. Comimos algo ligero, nos tiramos al piso a descansar, nos abastecimos de agua y a retomar la jornada, la meta ese día seria Marampata (2859 msnm).

A las 8:30 am, empezamos nuevamente el lento caminar y tras media hora de una constante bajada empedrada, llegamos a la orilla del río. Un hito de piedra nos marcaba el Km. 21 y un cartel nos señalaba el nombre del lugar, Playa Rosalina (1550 msnm). Teníamos al frente las turbulentas aguas del río Apurímac y en contraparte un inmóvil puente de casi 50 metros de largo que teníamos que cruzar si o si.

Luego de las fotos de rigor y jugar un poco en el lugar, comencé lentamente a cruzar el puente. En un momento antes de llegar al final del puente, levante la mirada y me di cuenta que no estaba en cualquier lugar, estaba a mas de mil metros de profundidad, en uno de los lugares mas hermosos del Perú, me sentí tan insignificante ante tanta belleza natural, pero que mas que sentirme mal, me considere un privilegiado al estar ahí.

Unos minutos antes ya había dejado Apurímac y ya daba mis primeros pasos en el Cusco. La cosa hasta ahí había resulto complicada, pero bien sabía que recién comenzaba lo difícil. Empezamos el ascenso por un camino básicamente pedregoso y empinado, cuando pensaba que llegaba al final, aparecía otra cima, la subida nunca acababa. Mis rodillas estaban muy maltrechas y adoloridas, cada paso que daba era una tortura para mi. Buscaba en las miradas de mis amigos algo de aliento, pero solo veía ojos buscando un buen lugar donde sentarse o tirarse a descansar.

No se cuanto rato me tomo llegar al caserío de Santa Rosa Alta (2290 msnm), punto casi obligatorio de descanso. Mientras platicaba y bromeaba con mis amigos y las personas del lugar sobre la experiencia del recorrido, aproveche en refrescarme lo más posible. Las fuerzas prácticamente estaban en rojo, pero el buen humor aun no me abandonaba.

Después de llenar las botellas nuevamente de agua y despedirme de los nuevos amigos, proseguí la marcha a paso de procesión, lamentablemente mis rodillas no parecían recuperarse, la cojera se instalo en mis piernas y eso hizo mi andar muy lento. A esas alturas, el rey sol ya estaba en lo más alto y sus rayos me daban directo a la 'azotea'.

Esta parte del recorrido, prácticamente la hice solo, sabía que mis amigos estaban dispersos por el camino, cada uno tenía su propia lucha contra el cansancio y el dolor. Cada vez más seguido me detenía a descansar y a tomar agua, fueron innumerables las veces que repetí la misma acción. Fue en esos momentos que extenuado y en silencio pensé, ¿Qué diablos hago acá? Felizmente que el tiempo, lo vivido, y de tanto en tanto los gritos de ¡Vamos, falta poco! ¡Ya llegas!, respondieron a mi estúpida pregunta.

A las 2:14 pm, después de interminables horas e incontables curvas, entre a la última recta del camino, al final de ella veía un cartel que si bien no leía lo que decía, me lo imaginaba. Descanse un par de minutos, tome un gran sorbo de agua, me ajuste bien los pasadores y esa ultima recta la subí... corriendo. A pocos metros del final, recién pude leer lo que decía el cartel... 'MARAMPATA', no me había equivocado. Un poco más allá algunas carpas armadas y los amigos riendo, me confirmaban que el 'calvario' del día, al fin había terminado.

Me tomo algunos minutos recuperar el aliento, luego vinieron las fotos respectivas y a seguir hasta el campamento que se encontraba unos metros mas adelante. Recogí mi mochila que las acémilas habían subido y luego de mi indecisión inicial, elegí la posición donde armar la carpa que me cobijaría esa noche.

Casi una hora tomo recuperarme totalmente, en ese tiempo fueron llegando los últimos muchachos del grupo, luego de una rápida dormitada y ser 'agujereado' por los mosquitos, me levante a comer un suculento arroz a la cubana que había pedido entre sueños. Luego de los comentarios de ley y bromas de todo calibre, uno a uno fuimos desfilando hacía la 'ducha', que no era mas que una manguera amarrada a unos palos y cubierta de algunas telas raídas por el viento. Unos minutos en contacto con el agua helada, me sirvió para salir renovado y con ganas de 'joder' nuevamente a todos.

Casi al final del día, fuimos testigos del atardecer quizás más bonito que he visto, armados de nuestras cámaras todos pugnamos por la mejor foto, y el sol mismo galán de cine, iba a un paso lento desapareciendo tras las montañas.

En poco tiempo la oscuridad se apodero del lugar y el frío de nosotros, tras charlar un rato y admirar la noche mágica plagada de estrellas fugaces que invitaban al deseo, nos metimos a las carpas para descansar y recuperar toda la energía perdida.

Sabíamos que nuestro objetivo final estaba cerca, así que ajustamos las alarmas a una hora razonable.

A las seis en punto de la mañana, luego de un reconfortante desayuno y un aseo rápido, iniciamos los últimos tres kilómetros que nos faltaban. El camino era más o menos recto, sin mucho esfuerzo que digamos. Luego de unos minutos llegamos hasta el Mirador de Sunchupata, fue ahí donde pude ver a lo lejos las primeras imágenes de los ‘Andenes’ del complejo. Y tras una hora de recorrido por senderos llenos de vegetación, con subidas y bajadas, con un puentecito de madera y muchas caídas de agua, llegue al Km. 31, unos pasos mas adelante un gran cartel azul me daba la bienvenida a Choquequirao en español, ingles e italiano.

A las 8:23 am, luego de mucho esfuerzo y sudor derramado, al fin pude lograr mi mayor objetivo. Ante mi, las primeras edificaciones en medio de la vegetación, impresionantes muros, simétrica andenería perfectamente tapizada y un extenso camino de piedra me conducía a la parte alta del complejo, la sensación de estar ahí era indescriptible, trataba de no perderme el mínimo detalle y a la vez sacar la mayor cantidad de fotos, sentía que todo mi esfuerzo estaba siendo recompensado.

Luego de una subida ya nada importante, llegue a la Plaza Principal y con eso, llego también la imagen que hasta hoy en día llevo tatuada en mi mente, que ni por asomo tiene comparación a las imágenes que nos venden en las postales. '¡LO LOGRE CARAJO!' fue lo único que pude decir. La ansiedad me mataba, quería descubrir y recorrer la mayor cantidad de lugares. Si bien es cierto, sus construcciones no tienen la elegancia de Machu Picchu, a cada paso que daba sentía mucha admiración por la ingeniería de nuestros antepasados. Sus puertas trapezoidales, sus ventanas simétricas, sus techos a doble agua, hacen de Choquequirao una maravilla más de nuestro Perú.

Parecía que el tiempo se había detenido, la mayoría de sus construcciones estaban muy bien conservadas a pesar de las constantes lluvias, que hasta llegue a alucinar que en cualquier momento sus habitantes iniciales aparecerían para darnos la bienvenida.

Luego de casi una hora de recorrer esas edificaciones, subimos a la zona denominada el Ushno, un lugar de ceremonias, que ocupa toda una gran explanada desde donde se tiene una vista privilegiada de todo el complejo. Desde ahí se pueden ver innumerables construcciones levantadas al borde del abismo, grandes andenes que servían para sembrar y también de vivienda o depósito, canales de agua estratégicamente ubicados, que llevaban el agua por toda la ciudadela. Definitivamente magnificas construcciones de piedra hechas por alguna mente brillante.

Había que continuar el recorrido, porque había aun mucho por admirar y poco tiempo para desperdiciar, bajamos por donde habíamos subido, cruzamos y admiramos nuevamente la Plaza Principal y nos dirigimos hacia el sector residencial, denominado Hurin, quizás el mas importante del complejo, ahí habían construcciones mejor acabadas y posicionadas, con un ingenioso sistema de acueductos y canaletas que traían agua desde el nevado e incluso una suerte de baño, donde imagino el Inca se aseaba o refrescaba en sus ratos de ocio. Un ambiente cargado de energía desde donde se domina todo el panorama, evidentemente esto ofrecía a los incas una supremacía logística.

Aun nos faltaba mucho por admirar, así que aligerando el paso, decidimos llegar a la zona de los ‘Andenes de las llamas del sol’, aunque llegar a esta zona no es nada fácil, pues hay que descender una media hora por un camino extremadamente empinado y peligroso, los cuales nos llevan a unas terrazas en la parte inferior del complejo y en las que se han encontrado representaciones de estos animales adornando las paredes, una cosa muy extraña entre los vestigios incas ya que esta cultura solo centraba su arquitectura en la funcionalidad de la misma, mas no en los ornamentos.

De vuelta en la Plaza Principal, decidí recostarme a recargar mis energías en el lugar. No paso mucho tiempo, cuando una fina garúa nos puso en alerta. La hora de partir se acercaba, la nostalgia acompaño la despedida. Cansados pero muy satisfechos fuimos avanzando por el mismo camino que horas antes nos había llevado a Choquequirao, fue así que a las 12:53 de la tarde, comencé a recorrer los 32 Km. de regreso hasta Cachora.

El camino ya lo conocía, lo tenía al frente y en verdad me asustaba. Primero había que volver a Marampata lo más pronto posible, ordenar las mochilas que cargarían las acémilas, descansar unos minutos y emprender la bajada nuevamente hasta el fondo del cañón.

En el camino de regreso uno de los compañeros se puso mal, unos fuertes dolores abdominales lo aquejaban, todos nos volvimos médicos por un instante. Gastritis, envenenamiento y hasta brujería fueron los diagnósticos, al final ninguno atino con la gravedad del asunto.

A las 3:42 pm, se inicio el retorno, la mente la tenía cargada de imágenes y emociones que hasta el día de hoy son difíciles de borrar, el grupo iba disperso, pero sin problemas.

En el caserío de Santa Rosa Alta, nos detuvimos un momento para descansar, era un poco más de la 5, ahí nos reencontramos con el amigo enfermo y la cosa no mejoraba, el dolor había aumentado y eso le impedía caminar, así que improvisando una camilla humana, dos lugareños ayudaron en su traslado. En ese momento el cansancio era aun manejable, pero sabíamos que quedarnos a tratar de ayudar sería aumentar el problema y no ayudar en dar solución, así que después de pensarlo, no nos quedo otra que continuar.

El camino nuevamente interminable, ya prácticamente era de noche y tuvimos que hacer uso de las linternas para no tropezar y terminar al fondo del abismo, solo a lo lejos el sonido del río nos indicaba que ya faltaba poco.

Al promediar las 7 pm, al fin llegamos al borde del río, lo único que quería era sentarme a descansar, así que el puente lo cruce prácticamente corriendo. En Playa Rosalina nos quedamos un poco más de una hora, el tiempo ya no importaba, nuestro campamento estaba a solo 2 Km. de ahí. Ya más relajados, unos aprovecharon en dormir, otros en refrescarse o hacer uso de los servicios higiénicos y el resto solo nos sentamos a esperar el momento indicado para continuar.

La subida a Chiquiscca me tomo casi hora y media, aunque a mi me parecieron muchas mas. Como siempre comenzamos en grupo pero al final terminamos dispersos, era imposible caminar con tremendo dolor, las rodillas ya no respondían igual, cada 10 pasos que daba me detenía a descansar, eso se fue reduciendo a cada 2 o 3 pasos.

Al final no se a que hora llegue a Chiquiscca, lo primero que hice fue buscar un lugar donde sentarme. Ahí las noticias recibidas del amigo enfermo eran desalentadoras, aun estaba allá afuera en alguna parte del camino, luchando contra el dolor que lo aquejaba.  

Luego de tomarme no se cuentos litros de agua, comer unos suculentos tallarines y conversar un buen rato, acordamos continuar la caminata a las 2 de la mañana, aun faltaban muchos kilómetros hasta Cachora y de ahí un largo viaje hasta Lima.

Pero, la idea inicial de salir a las 2 quedo en el olvido. La salida fue casi a las 6. Ya no me sentía tan molido, además, como mandado por los Apus, aparecieron unos caballos, que contratamos para que nos sirvan de ayuda en la subida hasta Capuliyoc.

Nuestro amigo enfermo había llegado en el transcurso de la noche y su salud no era de las mejores, el dolor le impedía movilizarse con normalidad, así que con mucho esfuerzo, lo subimos a uno de los caballos.

Luego de despedirnos de algunos muchachos del grupo, que decidieron terminar el recorrido caminando, empezamos la cabalgata. Pasamos por Cocamasama (2010 msnm) y luego del serpenteante camino, llegamos nuevamente al Mirador de Capuliyoc, esta vez la vista era todo un privilegio, con el Padreyoc siempre vigilante al frente y el inmenso cañón que teníamos adelante, que hasta intimidaba. Era el momento de los agradecimientos y de la despedida formal, así que nos sentamos a descansar en las piedras y prolongamos lo más posible el descanso para seguir admirando todo.

Desde ahí, el trayecto lo haríamos a pie. Ya habíamos sorteado la parte más difícil, así que cerca de las 9 de la mañana comenzamos el último tramo. El adolorido amigo siguió a caballo un trecho mas, donde le dio alcance una persona del centro de salud de Cachora, que había sido alertada por los amigos que ya habían llegado. Fue la última vez que lo vi, ya que fue llevado de emergencia hasta Abancay por los fuertes dolores que tenía en casi todo el cuerpo. El diagnostico final fue, una fuerte peritonitis, con perforación del estómago, que le ocasiono una grave infección. Ese episodio ahora solo es parte del recuerdo y una anécdota para recordar, pero en ese momento si no fuera por la rápida acción y decisión de los integrantes del Grupo Wayra, quizás en estos momentos hubiera estado escribiendo otro tipo de diario.

El camino desde ahí es plano, sin mucho desnivel, aunque tampoco sencillo, ya tenía encima algo más de 50 kilómetros recorridos desde que comencé. El sol otra vez me sofocaba a cada paso que daba y el agua ya estaba por terminar. A lo lejos, ya podíamos ver el pueblo de Cachora, parecía que no faltaba mucho. Al promediar las 11 am, llegamos a la entrada del pueblo y nos cruzamos con un cartelito que decía 'Faltan 30 minutos'. Luego de meternos por caminos imaginarios, chacras aledañas y riachuelos benditos, que calmaron mi sed, llegamos al gran cartel de INC, que 4 días atrás nos había dado la bienvenida, la foto de rigor y a continuar.

No se en que momento perdí el camino, eso me llevo a continuar por uno mucho mas largo, pasando por grandes plantaciones de caña y maíz, y ver los hitos Km. 2 y Km. 1 en ese orden. Ya ni renegar podía, mi caminar era desastroso, pero no me iba a detener.

Era casi el medio día, sabía que no me faltaba nada para llegar, pero sentía que no avanzaba a cada paso que daba, yo mismo interiormente me repetía una y otra vez: ¡Vamos, vamos! ¡Falta poco!, hasta que por fin pude llegar a la última cuesta, en ese momento me detuve, gire a ver el camino recorrido y como había hecho a mi llegada a Marampata, ese último tramo también lo hice corriendo.
No estoy seguro a que hora exactamente ingrese a la Plaza de Armas de Cachora, no se si fueron minutos antes o después del medio día, ya que importaba. Lo que si sabía y estaba muy seguro, era que luego de 64 kilómetros recorridos, la caminata por fin había terminado.

En esos momentos la emoción me gano, las lágrimas se confundieron con mi sudor, un gran abrazo con los amigos era mudo testigo de eso, lo había logrado a pesar de las innumerables dudas que tenía de hacerlo. En silencio recordé las palabras de mis amigos, recordé lo vivido y lo sufrido en el viaje, recordé a mis seres queridos, a mi Abuelo, que era mi cómplice en estas locuras y volviendo un poco a la realidad, también recordé que aun estaba en Cachora y me faltaba todavía un largo viaje hasta Lima.

No creo que les interese como fue el viaje de regreso a Lima, aunque se lo imaginaran, llegamos como a las 11 de la mañana del lunes, nuevamente a la bulla, al caos y la tensión de la ciudad, atrás había quedado la quietud, la paz y la grandiosidad de Choquequirao.

No se si algún día me aburra de todo esto, pero mientras lo averigüe, continuare con el mismo entusiasmo que sentimos todos los locos aventureros que nos gusta dormir en el suelo, comer a la volada, sentir frío o calor y llegar a los lugares mas alejados... CAMINANDO.

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